Unas vacaciones perfectas

02/07/2015 – 09/07/2015

Día uno: Todo preparado para marchar, solo faltábamos nosotros, que después de una buena ducha mañanera para despejarnos, arrancamos el coche con el maletero lleno del equipaje, rumbo a Galicia.
“Con el blin blin, con el blan blan”, llegamos a la playa de las catedrales en unas cuatro horas escuchando musiquita todo el camino. Para entrar a la playa tuvimos que pedir acreditación, es gratis, y sirve para que no se llene de giris.
Es una playa muy bonita con cuevas en las rocas, aunque no vimos los arcos que aparecen en las míticas fotos de postal. Comimos sentados en la arena el bocadillo de tortilla que llevamos, ¡Que rico! Y la damos por vista, sobre todo porque en poco tiempo la playa había desaparecido por la subida de la marea.
La siguiente parada, A Coruña, donde nos quedaríamos una noche. Algún lío con el gps del móvil, pero conseguimos aparcar el coche en una zona gratuita de la ciudad y a no más de diez minutos del hostal.
Al llegar a nuestra habitación no dudamos en según dejar el equipaje, tumbarnos en la cama con los brazos estirados.
La habitación no estaba nada mal para el precio que tenía, todo limpio, con bastante iluminación por el gran ventanal que daba a la calle y las paredes con piedra lo embellecían algo más.
Bajamos a visitar A Coruña, al menos una parte. Nuestra primera intención fue dar un paseo por el paseo marítimo, pero mi mala orientación nos llevo al lado contrario de la playa. Acabamos en el faro de Hércules, en cual teníamos planeado visitar al día siguiente. Ya habíamos andado suficiente ese día, así que regresamos al hostal, además empezábamos a tener hambre.
Ya en el hostal improvisamos una cocina, quitando el colchón de una de las camas para usar el soporte como mesa para el campingás con el que preparamos unas pechugas de pollo. El hostal se convirtió en un apartamento.
El primer día había sido completito, así que nos dormimos antes de poner una peli en la tablet.


Día dos: Nos despertamos para salir del hostal a la hora del checkout (12:00). Como ya habíamos visto el famoso faro, esta vez optamos por dar una vuelta por el casco viejo y ver la playa de A Coruña.
Una hora de viaje en coche y llegamos a Santiago. Bueno, a las afueras, porque paramos primero en el camping donde pasaríamos la noche. Montamos el campamento y la comidita, unos macarrones con tomate, cebolla y chorizo. Como no, con la tripa llena y la tienda de campaña incitándonos a tumbarnos sobre la colchoneta, nos echamos una siesta antes de visitar Santiago.
La ciudad es como un pueblo, muy tranquilo al igual que A Coruña. Muy bonito. La catedral quizás no nos pareció tan grande como creíamos que era, además estaba en obras así que media catedral eran andamios. Justo llegamos al comienza de la misa, pero no aguantamos mucho tiempo.
Para cenar, decidimos ir al centro comercial que estaba yendo al camping. Y al final, acabamos viendo “Ahora o Nunca” en el cine y cenando una empanadilla del super. Vamos, planazo para acabar la noche, que lo finiquitamos con un vasito de peché de buenas noches, y unas partidas a cartas.


















Día tres: Otro checkout que aprovechamos hasta el final. Salimos del camping rumbo a Combarro, el primer sitio que visitamos ese día. Nos toco en baja  mar y es muy curioso porque es una gran llanura de arena, donde con alta mar se llena del mar que llega hasta las casas de la orilla. Un par de fotos desde la arena y partimos hacia Pontevedra, la segunda parada, muy cerca de Combarro En Pontevedra dimos una vuelta por el casco viejo, atravesamos un gran parque que daba sensación de amplitud, coincidimos con una exposición de coches de rally y nos jamamos lo que sobro de empanadilla del día anterior.
De Pontevedra a Baiona. Cuando llegamos a la entrada del camping y vimos la piscina, Leire casi empieza a cantar de la emoción.
El único problema era el tiempo, que por desgracia no nos acompañaba. Así que decidimos, después de preparar todo el campamento, dar una vuelta por Baiona. El municipio es muy bonito, con varias playas, puerto deportivo y hasta un castillo.
Nos comimos un helado enorme de tres sabores. ¡Riquisimo!


Lo único que para aparcar era misión imposible, y parecía que todos los coches estábamos dando vueltas buscando sitio. Al final aparcamos arriba en el quinto coño, aunque bajando unas escaleras estábamos en el paseo marítimo, y gracias a eso descubrimos un sitio muy bonito con unas vistas inmejorables.
Volvimos al camping, breve siesta y a cocinar: arroz con tomate, cebolla y chorizo.
Por la noche, ronda de partidas a las cartas acompañado de varios vasitos de ron. Sentados en la playa pudimos ver el cielo estrellado y a unos chicos con un detector de metales que parecía que estaban buscando tesoros escondidos.



Día cuatro: Nos despertamos cuando quisimos, fue a las once o así, pero como nos quedaríamos otra noche en el camping no teníamos que preocuparnos por recoger para marchar. Así que cuando ya estábamos algo despejados, caminamos hasta la punta del camping. El camping es como una península rodeada por un lado por unas marismas y por el otro por una larga playa. Muy bonita por cierto, con islas de fondo en el horizonte, aunque llenas de algas eso sí.
Caminamos por la playa hasta la entrada del camping donde se encuentra la piscina. Allí nos dimos un chapuzón relajante (por el jacuzzi) y divertido (por el tobogán).
El baño nos abrió el apetito, así que preparamos unos espaguetis al ajillo. Para no perder la costumbre echamos una siestaza después de comer. Como nuevos.
A la tarde de relax en la playa al solecito rico. Y a la noche, cena en un restaurante italiano con vistas al puerto deportivo de Baiona. Pizza y espaguetis a la boloñesa. Mientras, cargábamos los móviles. Hasta pedimos otra consumición para seguir cargándolos.
Menudo copazo de vino que me pusieron. Volvimos al campamento con la intención de ver una película, pero el cansancio de todo el día nos hizo acostarnos antes de encender la tablet.



Día cinco: Hoy nos toca viajar a las Islas Cíes.
Cogimos el barco a las once o así. Durante el viaje estuvimos el mayor parte del tiempo en el exterior, viendo el paisaje que dejábamos atrás y el que nos esperaba con las olas, el barco balanceaba de una forma que nos daban cosquillas como si de una montaña rusa se tratase.
Llegamos a la isla, ahora teníamos que llegar al camping, pernoctaríamos  allí una noche.
Montado el campamento decidimos dormir un poco, puesto que nos habíamos despertado pronto. Tras el descanso, marchamos a la conquista de la “mejor playa del mundo”, La playa de Rodas.
Hacía solecito, así que tomamos bastante el sol y nos dimos un chapuzón, que aunque al principio el agua estaba fría, finalmente acabamos acostumbrándonos.



Después de la playa, a caminar. Andamos dos de las varias rutas que hay en la isla.
La primera nos llevaba hasta un mirador desde el que teníamos vistas realmente preciosas de la isla y de la playa de Rodas.
En la segunda ruta, había una roca con un agujero redondo en el que nos metimos escalando para ver el atardecer.
Tuvimos mala suerte porque las nubes en el horizonte taparon el sol justo en el momento del atardecer.
Cenamos dentro de la roca del agujero unos bocadillos que preparamos de queso, jamón york y chorizo. Y bajamos al camping antes de que anocheciera. Esta vez sí, vimos una película antes de dormir. “Perdiendo el norte”.



Día seis: Por la mañana, cogimos el barco de vuelta a Baiona, donde teníamos el coche esperándonos.
Tocaba llegar hasta el siguiente camping en Oporto.
Al principio nos perdimos un poco, pero conseguimos cruzar a Portugal y llegar hasta el camping sin problemas.
Hay que tener un poco de cuidado en la carretera porque estos portugueses conducen algunos un poco a lo loco.
En el camping, comidita y siesta. Más tarde fuimos a la búsqueda de un supermercado donde pillar algo para cenar (empanadillas) y pajarón (de todo, hasta pistachos).
Paseo por la costa y peliculita en la tienda antes de acostarnos.


Día siete: Aprovechamos la mañana en la piscina del camping. Estaba vacía, toda la pisci para nosotros. Y con vistas al mar.
Abrimos el apetito con el agua, así que fuimos a preparar la comidita. No podía faltar, una siesta con la tripa llena.
Por la tarde tocaba visitar Oporto. Es una ciudad muy bonita, muy bohemia, las casas viejas, el río, los puentes…



Estuvimos hasta la noche, cenamos allí, en un restaurante junto al río, con música de fondo de artistas callejeros. Yo pedí calamares a la plancha y Leire melón con jamón. Acompañamos los platos con queso. Y de beber, sangría.
Llegamos al camping hacia la una.



Día ocho: Toca volver a Bilbao. Por la mañana íbamos a darnos un último baño en la piscina, pero todo cambió al ver que teníamos pasajeros con blablacar. Así que planeamos todo para quedar con ellos a la una. Nos había salido todo tan bien que faltaba un susto para terminar el viaje contentos: en el camping: En el camping me pedían 80 euros por una caja de electricidad que casqué con el coche el primer día. ¡Nos pillaron!
Volvimos a casa sanos y salvos, hasta se nos hizo más corto de lo que pensábamos. Llevábamos con nosotros a una pareja belga que contratamos por blablacar. Y en Lisboa nos colamos en la autopista, sin querer, queriendo. A ver si no llega multa. De Bilbao a Castro donde Thor nos esperaba con la pelota.


Escrito por: Héctor Amorrosta.
Editado por: Leire Garrido.

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